domingo, 1 de marzo de 2009

No hay más allá

En el medio no hay nada. Apenas recuerdos, memorias frescas, recetas de vida, intuiciones y errores hechos reglamentos para encontrar un camino decoroso de vida. Los demás nos guían, nos encuentran en las formas conocidas de vida, en las reuniones de la familia en donde se conjuntan los meseros con las frases cercanas a “perfecto caballero”. Las formas de ser socialmente aceptados, de entender perfectamente la manera en que todos nos conozcan.

Pero en el medio no hay nada, ni siquiera una manera de vivir “decorosamente”. Hay una manera de esperar la muerte, de quejarse, de inventarse algún dios que nos reconforte cuando sepamos que nada de esto tiene sentido. Hay una forma de sentarse a ver la vida, de conocer una extraña manera de reconfortarse en la tranquilidad de haber cumplido las reglas y de saberse resignado. La vida, no la esperanza de muerte, está en los extremos.

Hay que vivir más los excesos. Hay que emborracharnos hasta ahogarnos, que le cuervo no hubiera sido escrito sin una bronco-aspiración. Hay que fumar más mariguana, tenerle menos miedo a los peligros. Dorian Grey, los amorosos, la biblioteca nunca hubieran sido imaginadas sin personajes viviendo en el filo de la nada, de la vida encontrada y de los vicios perdidos. Hay que saber un poco más, entender que la vida está en lo humano, en el pecado, en lo que verdaderamente nos hace lo que somos.

Hay que encontrar nuestra pierna que se pudre, nuestro cuerpo sin piel, nuestro dolor enfrentado a los días. Moriremos y no encontraremos esperanza en el otro mundo, no hay recompensa. Cada minuto menos es un minuto perdido de existencia. No hay nada más allá.

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